CAPITULO VIII ¿QUIÉN?

17.10.2014 17:10

Sí, así era, a alguien se le habían revuelto los recuerdos pero ¿a quién? Andrés se dirigía de nuevo al pueblo, llevaba la caja encontrada en el desván de la que pronto sería su casa. Seguía teniendo la impresión de que le era conocida pero no conseguía recordar dónde la había visto. En el camino se cruzó con algunos vecinos que le saludaron afectuosamente intentando averiguar si conocía más detalles sobre el muerto del bosque. A todos atendió amablemente sin dar explicaciones de lo sucedido. Nunca le había parecido tan largo el camino hasta el cuartel de la Guardia Civil.

El Sargento Pellicer estaba sentado en el despacho de la entrada y se levantó.

- Buenos días señor Lobo. ¿En qué puedo ayudarle?

- Buenos días sargento. ¿Ha regresado ya el inspector Garcerán? Desearía hablar con él.

- Sí señor. Está en mi…, perdón su despacho. Iré a ver si puede recibirle.

No tardó más de dos minutos cuando la puerta se abrió y el inspector Garcerán salió a recibirle.

- Perdone que le moleste sé que estará muy ocupado pero es importante –dijo Andrés señalando la caja que llevaba.

- Pase al despacho por favor.

Esperó a que Andrés se sentara y le miró interrogante.

- Verá inspector. La familia Álvarez Portillo y los Lobo siempre mantuvimos buenas relaciones hasta que empezó la guerra. –El inspector le observaba sin comprender pero no le interrumpió- Estoy comprometido con la Srta. Álvarez y hemos estado arreglando la vivienda familiar para nuestro  enlace. Durante unos cuantos meses han entrado y salido de esa casa muchas personas que han trabajado en ella. Le cuento todo esto porque hoy mi prometida ha encontrado esta caja en el desván. – La abrió y sacó la fotografía de su padre entregándosela al inspector- Quizá no tenga que ver con el caso que le ha traído hasta aquí pero puede comprobar que aparentemente hay muchas similitudes entre ambos cadáveres.

Garcerán había cogido una lupa de su mesa y observaba la fotografía concienzudamente.

Andrés le entregó el sobre.

- Mara es mi prometida –indicó ante la mirada interrogante del inspector- El sobre iba dirigido a ella. Y si da la vuelta a la fotografía…

- “La mala semilla nunca muere”-interrumpió Garcerán- ¿Qué quiere decir todo esto?

- El del centro de la imagen es mi padre Isidro Lobo.

El silencio se adueñó del pequeño despacho.

- El hombre que han encontrado parece tener las mismas heridas. Aunque es difícil de saber con exactitud. –Volvió a examinarla- ¿Qué más han encontrado?

Andrés le entregó la caja.

- Son papeles de interrogatorios y ejecuciones ordenadas por mi padre.

- Las personas que le acompañan en la fotografía ¿Sabe quiénes son?

- No estoy seguro, yo era un niño. Procuraba no estar cerca de mi padre. –Escondió la mirada para ocultar su desagrado- Tal vez en el cuartel hallen más información. Si usted lo permite yo puedo hacer algunas indagaciones.

- Me sería de gran ayuda, gracias. ¿Podría hablar con su prometida?

- ¿Es necesario? –preguntó Andrés temiendo lo que pudiera ocurrir si en el pueblo sabían que el inspector iba a visitarla.

- Creo que sí. No se preocupe seré discreto –contestó leyendo sus pensamientos- ¿Qué le parece si  le hago una visita de cortesía como futura cuñada del alcalde?

- Sí, lo arreglaré.

Andrés regresó a casa apesadumbrado, Elisa estaba en el mirador y le mandó llamar. Fina, una de las chicas que trabajaba en la casa, les llevó un café. Cuando se quedaron solos, la madre de Andrés levantó la mirada de su taza.

- ¿Qué ha ocurrido? –preguntó mirándole a los ojos.

- ¿Cómo? –su hijo se extrañó de la pregunta.

- Vamos hijo, no creerás que porque apenas salga de esta casa no estoy al tanto de las noticias del pueblo. Siempre hay alguien que viene con el chisme. Precisamente hoy ha venido la Sra. Arada a visitarme, no le ha faltado el tiempo para contarme que ha aparecido un cuerpo en el monte, e inmediatamente me ha asegurado que los maquis no han abandonado los bosques y que hacía falta gente como tu padre para acabar con todos ellos.

Andrés sonrió tristemente.

- Entonces ya lo sabes todo.

- Tu cara de preocupación dice lo contrario. No quieras protegerme. Sólo tuve miedo a una persona y ya no está con nosotros ¡gracias a dios!

Andrés le tomó una mano y la besó.

- No quiero remover el pasado.

- El pasado siempre vuelve, tarde o temprano para recordarnos que estamos vivos. Habla.

Elisa escuchó atentamente lo que su hijo le contaba sin perderse un detalle.

- Es un aviso –dijo tomando nuevamente su taza de café.

- Eso ha dicho Mara. ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho nosotros? –preguntó angustiado.

- Nada. Ser los hijos de un miserable, al que algunos consideran todavía un héroe. El que tu hermano sea el alcalde no nos ayuda mucho –su hijo hizo un gesto de protesta- No digo que Germán sea una mala persona, ¡pobre hijo mío!, es sólo que para muchos es un recordatorio del poder de los Lobo. Y nos codeamos con gente que estaba y está a favor de la maldad de tu padre.

- ¡Deberíamos habernos ido de este maldito pueblo! –exclamó Andrés dando un golpe al reposabrazos de su butaca- Nunca seremos felices aquí, mi hermano tiene razón. Su recuerdo nos perseguirá siempre.

- Tú lo has dicho, nos perseguirá vayamos a donde vayamos. De no habernos quedado aquí nunca te hubieras reencontrado con Mara.

- Lo sé madre. Todo estaba tranquilo hasta el anuncio de nuestra boda. No puedo vivir sin ella pero ¿qué ocurrirá si seguimos adelante y no hacemos caso de la advertencia? El inspector Garcerán quiere hablar con ella.

- ¿Te preocupa lo que pueda decir la gente?

- Me preocupa que la puedan hacer daño –se mesó desesperado los cabellos.

- ¿Te parece si le presentas al inspector aquí en nuestra casa? Podemos hacer que el encuentro sea casual y más adelante si debe ir a verla a su casa a nadie le extrañará –Elisa tomó entre sus manos la cara de su hijo y besó su mejilla- Habla con ella a ver qué le parece.

- Eres maravillosa mamá. Siempre tienes una solución. Voy a asearme un poco. Después iré a verla.

Elisa volvió sus ojos hacia el mirador y una lágrima surcó su pálido rostro.

 

 

 

Mara y Elisa paseaban por el jardín de la casa. Habían transcurrido unos días desde los fatídicos acontecimientos. Caminaban por la parte soleada, estaban en otoño y las hojas aparecían diseminadas por el camino. Mara estaba nerviosa por la visita de Garcerán y apenas hablaba.

Los vieron llegar desde el portón, Germán, Andrés y Garcerán.

- Madre –saludó Germán dando un beso a su madre en la mejilla- Mara –besando su mano- os presento a Rodrigo Garcerán. Es el inspector que nos han mandado de Oviedo.

- Señoras. –Saludó quitándose el sombrero e inclinando la cabeza-  Encantado de conocerlas.

- Pilar nos servirá algo en el mirador. Mis huesos están ya viejos para el jardín.

Germán ofreció el brazo a su madre. Se adelantaron unos pasos para que el inspector pudiera hablar con Mara y Andrés.

- Siento importunarla Srta. Álvarez –comenzó diciendo Garcerán- Pero dado los acontecimientos era imprescindible.

- No se preocupe. Espero poder ayudarle.

- ¿Tiene alguna idea de cómo llegó esa caja a su desván?

- Nunca la había visto.

- ¿Su abuela tampoco?

- No lo sé. No le he contado nada. No quería preocuparla. Pasa mucho tiempo sola en casa. –miró directamente a los ojos del inspector y vio en ellos algo que la inquietó.

- ¿Por qué cree que alguien quería que usted encontrara esa fotografía? – Garcerán se paró mirando a ambos.

- Creo que no quieren que Andrés y yo nos casemos –respondió tímidamente ella.

- ¿Y piensa que puede estar relacionado con el crimen?

- Al menos es curioso que apareciera en mi casa el mismo día que el cadáver. ¿No cree?

Garcerán asintió.

- Andrés me ha contado que las relaciones de la familia fueron muy buenas hasta que comenzó la guerra. ¿Qué fue lo que ocurrió?

Mara levantó la mirada buscando el apoyo de su prometido.

- Es un poco complicado… dijo Andrés

- Si no le importa preferiría que respondiera ella –cortó suavemente el inspector.

- Mi padre creía… -titubeó- en otra forma de gobierno. Pedro el hijo pequeño de los abuelos de Andrés, adoraba a mi padre y se alistó en el ejército republicano. Murió en la batalla del Ebro. Nosotros nos fuimos a Portugal hasta que falleció mi padre. Luego mi madre y yo regresamos a casa. Los Lobo nos culparon de la muerte de su hijo y las relaciones se rompieron. Además, a pesar de que mi abuela es muy querida en todo el concejo, siempre nos consideraron “rojos”. El reencuentro con Andrés y nuestro compromiso ha vuelto a reunirnos.

- Su padre murió en extrañas circunstancias, ¿no es cierto? –preguntó Garcerán a Andrés.

- Le encontraron en el bosque. Parece ser que se despeñó cuando perseguía a unos maquis que se escondían en el monte.

- ¿No le acompañaba ninguno de sus hombres?

Mara sintió que su cuerpo se tensaba.

- Yo era apenas un niño. No sé decirle.

-¿Quizás su madre…?

- No creo que sepa más que nosotros. Ella estaba aquí cuando le dieron la noticia.

- Sería un duro golpe para la familia…

- Sí, lo fue –dijo ásperamente Andrés- ¿Qué le parece si entramos? El sol se está retirando.

Garcerán asintió y les siguió hasta la casa.