EL SECRETO CAPITULO III (CONTINUACION)

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Apenas llevo leído un par de cuadernillos y tengo la sangre helada.

He oído decir siempre que mi padre había cambiado a raíz de la muerte de su hermano Pedro, mi tío, al que
dicen que me parezco tanto. He descubierto que nada más lejos de la realidad.
Siempre fue oscuro, de malas intenciones disfrazadas de amabilidad y buenas palabras. Según he ido pasando hojas he descubierto que siempre estuvo obsesionado con la madre de Mara, no podía entender por qué le rechazaba una y otra vez si él era el mejor partido de todo el concejo. Se consideraba atractivo, dominador e
irresistible, por lo que cuenta debo de tener un buen puñado de hermanos perdidos por toda Asturias. No había mujer que no cayera en sus redes, y una vez conseguidas eran humilladas y olvidadas. En el cuadernillo reflejaba sus maniobras de conquista y como había sido la primera vez que las había poseído. Lo contaba todo con gran lujo de detalles que hacía que se me encendieran las mejillas. Eso sí, tenía gran cuidado de escogerlas lejos del pueblo para que no llegaran las malas lenguas hasta aquí y destrozara su impecable reputación.

No quería a nadie, salvo a su hermano Pedro.

De su padre hablaba pestes, de él decía que era "... un decrépito, nauseabundo y miserable viejo..." parece ser que mi abuelo le daba una asignación mensual, que gastaba rápidamente, y se negaba a ampliarla. Incluso le amenazaba con reducírsela si no hacía mejor uso de ella.

De la abuela, su madre, decía: "...es mujer, ¡qué puedo esperar! Estúpida y arrogante..." Hablaba de ella sin respeto ni consideración alguna, había sido educada para las relaciones sociales y según él, era para lo que servía. A pesar de sus sentimientos hacia ella, mi abuela "...era tan tonta..." que confiaba en él plenamente y siempre le apoyaba en sus decisiones.

De Pedro..., bueno era todo lo que amaba. Era su hermano pequeño, desdeñaba su dulzura pero siempre pensó que según se fuera haciendo mayor se endurecería,"...ya se encargaría él de enseñarle a ser fuerte y seguro como él..."

Todo se vino abajo cuando Lisardo contrató a José, el padre de Mara, y lo trajo a la casa. Simbolizaba todo lo
que detestaba y... su padre le empleó para llevar sus asuntos legales. Un "don nadie" viviendo en su casa, sentándose en su misma mesa, durmiendo en sábanas de hilo... cuando "debería dormir en las pocilgas con los cerdos". Ahí no quedó todo, según mi padre, poco a poco fue conquistando "mezquinamente" el corazón de aquellos que le importaban: Lara y Pedro. Este se fue distanciando, acercándose a José que le hablaba de un nuevo mundo, donde todos pudieran opinar y tener los mismos derechos, en el que los niños ricos o pobres pudieran ir a la escuela y tener las mismas oportunidades. Un mundo que para mi padre eran "paparruchas de
menesteroso". Le fue perdiendo poco a poco sin poder hacer nada para evitarlo.

Lara se enamoró de él, aquella "niña altanera" le había despreciado para unirse a un "picapleitos  de pacotilla". Su rabia no le dejaba vivir y su odio hacia ellos fue creciendo, un odio inconmensurable. Cuando supo que la
relación iba en serio, salió en busca de una esposa. Por nada del mundo permitiría que alguien pudiera pensar que había sido desdeñado.

Y encontró a mi madre.

Nunca la amó. La eligió por su hermosura, por sus buenas maneras y su "falta de carácter". Buscaba una presa fácil de dominar que pudiese exhibir en los acontecimientos sociales, como una bella figura de porcelana. Alardeaba de lo enamorada que estaba de él menospreciando su cariño y entrega. Así en la boda de los padres de Lara ya iba con su flamante esposa, despertando la admiración de todos, dando ese día la noticia de que esperaban su primer hijo.

Si por un momento creyó que su obsesión, Lara, iba a sentirse dolida por su elección, se equivocó. Mi madre y
ella congeniaron desde el primer momento, se volvieron inseparables. Llegaba a casa y las veía en el jardín, en la sala, en el cuarto de costura... riendo y compartiendo intimidades. Y eso le enfurecía.

Su rencor iba minándole cada día más. Sentía que su hermano Pedro quería más a su adversario que a él. Compartía sus ideas y desdeñaba las suyas. Defendía con pasión el mundo quimérico de José y hablaba de un mundo obsoleto y mediocre que era el suyo.

Aun así, mi padre seguía manteniendo la compostura, no dejando que todo ese resentimiento aflorase. Para
todos era el esposo, el padre y el amigo perfecto.

Oigo ruido en el pasillo y guardo los libros en el cajón. Me levanto y empiezo a mirar distraídamente las
estanterías llenas de libros que ahora sé que él nunca leyó. La puerta se abre despacio, casi diría que con miedo, y aparece la figura de mi madre que ahoga un suspiro de alivio.

- ¿Qué haces aquí Andrés? -pregunta dulcemente.

- ¡Ah, madre! -contesto acercándome a ella- No te había oído entrar. Estaba pensando que este despacho es una pena que no se aproveche. Germán ya tiene el suyo, Y yo te iba a proponer montar el mío aquí.

- ¿Aquí? -percibo que mi madre siente un escalofrío.

- Verás. Podemos pintarlo y volverlo a decorar. Seguro que tú me dejas un lugar bonito y acogedor para
trabajar. -La tomo de las manos y miro sus ojos- Ya es hora de que dejemos de pasar por delante de esta puerta de puntillas. ¿Qué te parece? ¿Sí?

Ella parece dudar y luego sonríe.

- Está bien, tienes razón. Te dejaré un despacho luminoso y bonito. ¿Y qué haremos con sus cosas?

- No te preocupes de eso. Yo me encargaré de vaciarlo. -contesto tranquilo dándole un beso en la frente.

- ¡Ay, se me olvidaba, que cabeza la mía! Tienes visita -sonríe con picardía.

- ¿Quién?

- Es la señorita Álvarez Portillo.

- ¿Mara? -pregunto incrédulo. Habíamos quedado a las cinco en otro lugar.

- Sí. Y viene a verte a ti. Espero que luego pueda disfrutar de su compañía -dice saliendo de la habitación.

Estoy desconcertado, ¿habrá hablado con su abuela María?


 ....Continuará