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Lo que estaba oyendo me dejó sin habla. Estaba horrorizada pero seguía sin recordar.
- En mis pesadillas corro por el bosque, angustiada, llena de temor. No sé de quién huyo ni porqué sólo que debo seguir corriendo -digo al fin entrecortadamente.
Miro a Andrés interrogante. En mi mente se forja una oscura idea que me empeño en rechazar.
- Todo empezó en el bosque -no se atreve a mirar a mi abuela- Esa mañana tú y yo jugábamos como siempre cerca del río. Éramos dos niños pero sentíamos algo especial el uno por el otro. No pude evitarlo y... te besé. Un beso inocente en los labios que alguien vio y que corrió a contárselo a mi padre. Creo que eso desencadenó su furia. De camino a casa, después de dejarte a ti en el cercado, me crucé con algunos vecinos que comentaban a hurtadillas que mi padre había ido de escaramuza a tu casa. Me asusté tanto que eché a correr para avisaros. En mi carrera oí la voz de mi padre y supuse por sus palabras que iba tras de ti. Estaba lejos, me daba la sensación de que mis piernas eran de plomo, cuanto más rápido quería ir, más despacio parecía que me movía. Escuché gritos e improperios de mi padre, al fin estaba cerca, al llegar al risco sólo te vi a ti. Estabas echa un ovillo sobre ti misma, no dejabas de llorar, no había rastro de mi padre. Entonces miré hacia el precipicio. - Tragó saliva- Estaba allí tirado, como un muñeco de trapo ensangrentado. Sentí alivio, un alivio infinito. Me arrodillé a tu lado y te acuné para tranquilizarte. Cuando dejaste de llorar te tomé en brazos y te
llevé a casa. Eso fue lo que pasó.
Un pesado silencio se apoderó de la estancia, mi abuela dejaba que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas,
Andrés me miraba con emociones encontradas.
- Yo... ¿yo maté a tu padre? -pregunté al fin rompiendo la quietud del momento.
- Mara, hija... -dice la abuela secando sus lágrimas con el dorso de la mano.
- No creo que pudieras hacerlo -contesta Andrés retirando un mechón de mis cabellos de la cara- Eras un niña,
con el peso de un pajarillo, es imposible que le empujaras. Lo más probable es que resbalara y cayera él solo.
No me atrevía a preguntarlo pero debía hacerlo.
- ¿Me forzó? -dije bajando la vista al suelo.
- No -contestó rotunda la abuela- Sólo te golpeó, traías moratones y la mejilla y los labios hinchados.
- No consigo recordar, no puedo... -digo rompiendo a llorar.
- Pediste la verdad y te la hemos dado -la abuela se acerca a mí y besa mi pelo- No te empecines ahora en
recordar lo que tu mente ocultó sabiamente.
- Mara el pasado debe quedar atrás. -dice Andrés suavemente.
Asiento con un leve movimiento de cabeza. Me levanto despacio.
- Andrés si tu madre supiera que quizá yo...
- Nadie de mi familia te reprocha nada. Lo que hizo mi padre fue lo que alejó a nuestras familias. Mi madre se sintió tan avergonzada que no fue capaz de acercarse a Lara ni a María por miedo a su rechazo pero siguió queriéndolas en la distancia. Al fallecer tu madre rompió a llorar tan desconsoladamente que creí que iba a enfermar. Tu primera visita la hizo renacer, la devolvió la sonrisa. Créeme Mara serás bienvenida en casa.
En mis labios se dibuja una media sonrisa. Estoy aturdida, las palabras golpean mi mente una y otra vez.
- Abuela, ¿das tu permiso? -pregunto apenas sin voz.
- Sí, mereces ser feliz hija.
- Andrés, acepto tu proposición. Ahora debéis perdonadme. Necesito descansar.
Y sin esperar respuesta salgo de la sala. Siento un gran peso y un gran vacío en mi alma. Al fin conozco la
verdad. Pero esta verdad es tan cruel... siempre culpando a mamá de su abandono sin siquiera sospechar lo que ella tuvo que sufrir. No me atrevo a imaginar lo que le supuso la vejación de esos animales, el miedo que sentiría al pensar que pudieran culparme de la muerte de Isidro... Andrés tenía razón hizo lo que tenía
que hacer, lo que yo misma hubiera hecho en su situación a pesar de que eso le rompiera el alma. Me echo en la cama y rompo a llorar. Lloro por mamá, por la abuela, por nuestra amarga existencia, por los reproches que una y otra vez las hice... por la dolorosa culpa que ha arrastrado Andrés durante tantos años. Lloro, como si eso pudiese borrar todo el sufrimiento.
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Continuará